Norma Leandro

Nos sobran las razones para destacar la trayectoria de Norma Aleandro.

Norma Leandro

Nos sobran las razones para destacar la trayectoria de Norma Aleandro.

Quizás porque sus ojos grandes y su voz inconfundible marcaron nuestra cinematografía a lo largo de seis décadas, y su lmografía se vistió de gala en más de una ocasión, con innumerables premios y nominaciones recibidas en los más relevantes festivales y celebraciones de cine del mundo, incluyendo la primera y única nominación a un Premio Oscar® de la Academia de Hollywood para un actriz argentina.

Quizás porque todavía emociona recordar su “God bless you” al anunciar, junto a Jack Valenti, que La historia o cial, de Luis Puenzo, se convertía en la ganadora del Oscar® en la categoría Mejor Película Extranjera, y contaba así al mundo la historia trágica contemporánea de nuestro país.
Quizás porque años más tarde, y de la mano de Juan José Campanella, la novia más amada de nuestra cinematografía y su hijo signi carían una nueva nominación para Argentina al premio más prestigioso de Hollywood.

Quizás porque su amor por el teatro y la literatura la llevó a protagonizar célebres textos clásicos en los escenarios del mundo, mientras compartía sus experiencias y conocimientos con los estudiantes de escuelas argentinas, latinoamericanas y españolas, y película tras película, su participación representaba excelencia, o cio, compromiso y una comunión inquebrantable con el público.

O quizás, y especialmente, porque supo encontrar lo extraordinario en cada personaje que encarnó y plasmarlo en esa pantalla grande e impiadosa que todo lo ve y donde nada puede esconderse. Ya sea en esa mujer que busca y descubre la verdadera identidad de su hija adoptiva, en aquella que se anima al calor del amor en el otoño de su vida, en esa madre que junto a su esposo buscan al hombre que dejó embarazada a su hija adolescente, en la maestra acompañando a una actriz en un n de semana diferente o en la entrañable novia con Alzheimer en cuya mirada aparentemente vacía todavía brilla la madre cariñosa y protectora, el deseo postergado y el amor eterno, Norma se aferró a esa verdad que hace único a cada ser humano y la hizo propia para luego compartirla con el mundo espectador.

Norma Aleandro nació y se crió en una familia de talentosos y reconocidos artistas, lo que haría suponer que su destino como actriz estaba garantizado por herencia. Sin embargo, a muy temprana edad, una maestra de actuación le dijo que “no servía para actriz”, sentencia que casi cambia el rumbo de su historia.

Por suerte para todos los que amamos el cine y el arte de la actuación, la desafortunada frase tuvo un maravilloso efecto contrario.