Historia oficial

Mundo grúa

La ciénaga

Nueve reinas

Nuevo Cine Argentino

De la dictadura a la democracia, el cine en tiempos de censura

Juan Domingo Perón falleció el primero de julio de 1974. Ese mismo día su esposa María Estela Martínez de Perón, quien entonces ocupaba el cargo de la Vicepresidencia, asumió las responsabilidades de su cónyuge. Así, emprendió un gobierno de dos años, hasta que en 1976, en un golpe de estado, fue sustituida por la dictadura militar conocida como Proceso de Reorganización Nacional, conformado por una Junta Militar que a su vez era liderada por el General Jorge Rafael Videla.

Por siete años la población argentina vivió un periodo de represión y censura. Los medios de comunicación y las formas de expresión artística, entre ellas el cine, fueron severamente controlados; no hubo cabida para opiniones contrarias a las del régimen instaurado. Es en este punto donde se inserta la participación de Miguel Paulino Tato, designado como Director del Ente de Calificación Cinematográfica, organismo que se encargó de seleccionar aquellos contenidos audiovisuales que consideró apropiados.
Un ejemplo de cómo se vio afectada la libertad artística y de expresión en los tiempos del Proceso se visibiliza en la película debut del director Alejandro Doria, Proceso a la infamia (1978). La historia busca hacer un abordaje sobre los enfrentamientos e injusticias sociales del periodo de los años treinta conocido como Década infame, sin embargo la película sufrió modificaciones en su montaje, haciendo que el relato sea incomprensible en ciertos segmentos.

En estos años también se generó un considerable desequilibrio económico debido a las fuertes inversiones en recursos militares y en la compra de productos importados. No obstante, a pesar del contexto sumamente hostil al desarrollo de la actividad fílmica, algunos títulos lograron realizarse, tal como Conquista en el paraíso (1981) de Eliseo Subiela, una ficción sobre la búsqueda de un tesoro que es heredado al protagónico de nombre Pablo. Al año siguiente se estrenó Tiempo de revancha (1981), dirigida por Adolfo Aristarain. El filme se posicionó como el más taquillero de ese año y uno de los más reconocidos en festivales internacionales como el de Chicago, La Habana y Cartagena. También, de esta época data Plata dulce (1982), de Fernando Ayala, que narra la relación entre dos socios de negocios que tienen que hacer frente a los cambios industriales para poder sobrevivir en el mercado. La película obtuvo buena aceptación por parte del público por ser una comedia que sutilmente retrató las complicaciones financieras que la dictadura padeció en sus últimos momentos.

Para 1983 factores como la presión internacional, y manifestaciones en el sector popular, por ejemplo las Madres de la Plaza de Mayo y la derrota en la Guerra de las Malvinas, presionaron a la dictadura a convocar nuevamente a elecciones. A finales de año, Raúl Alfonsín tomó la presidencia y con ello la democracia regresó al país.

Se restablece la democracia

Al asumir el cargo de gobierno, Alfonsín declaró su interés por restaurar e impulsar la gestión de actividades referentes al ámbito artístico, cultural y social a través del sistema democrático. Por ello, distintas figuras del medio político-cultural fueron asignadas a ocupar los cargos de dirección de algunos organismos: el cineasta Manuel Antín fue posicionado en el Instituto Nacional de Cinematografía (INC), como Director nacional de cinematografía; el escritor Mario “Pancho” O´Donnell estuvo al frente de la Secretaría de Cultura en Buenos Aires, y el actor Luis Brandoni fue asesor de cultura en la presidencia argentina.

Aunado a lo anterior, el Ente de Calificación Cinematográfica, que había estado vigente desde 1968, fue clausurado y en su lugar las labores de clasificación fueron legisladas a través de la Ley 23.052, que ante todo señaló cuidar la no vulneración de las libertades de expresión, de modo que el INC se abocó a organizar los contenidos en categorías por edades con base a la segmentación del público.

En este renovado contexto, la filmografía nacional se encontraba lista para para recibir nuevas propuestas. Una de las primeras películas en enmarcarse en este contexto fue Camila (1984), de María Luisa Bemberg, una película que se auto proclamó como la primera producción de la democracia. La cinta se convirtió en una de las más exitosas del inicio del nuevo periodo, además de ser nominada a un Óscar en su edición de 1985. La historia narra el amorío entre la joven Camila y un sacerdote, que deciden huir pero son descubiertos y encarcelados por el delito de sacrilegio.

También con fecha de estreno en 1984 destaca Los hijos de Fierro, de Fernando ¨Pino¨ Solanas, una de las películas que se vieron forzadas a retrasar su salida durante la dictadura del Proceso. Este fue un largometraje estrenado casi nueve años después de su realización, inspirado en el gaucho Martín Fierro y escrito por José Hernández. El filme presenta una aproximación a la historia desde un punto de vista que hace un guiño a la ideología peronista, por lo que al llegar a salas, el significado que buscaba comunicar se vio trastocado por la fecha de su estreno.

El primer Óscar para el cine argentino

En 1985 se estrenó La historia oficial (1985) de Luis Puenzo, convirtiéndose en la primera producción argentina en ganar un Óscar como Mejor película extranjera, además de ser también nominada a Mejor guión original. La película presentó la complicada situación que vivió Argentina en los años del Proceso de Reorganización Nacional, a partir de la historia de Alicia, una profesora que junto a su esposo, adoptan a una pequeña de la que desconocen su origen, por lo que a lo largo de la narración descubren que la niña puede ser uno de los bebés robados durante la dictadura. Con la participación de Norma Aleandro y Héctor Alterio, este filme se ha convertido en un referente del cine nacional de finales de siglo.

En la segunda mitad de la década de los ochentas el público conoció, entre tantos títulos, Tangos-El exilio de Gardel (1985) de Fernando Solanas, la historia de un grupo de exiliados argentinos que durante la última dictadura se asentaron en París, y a través de su nostalgia tanguera, viven su identidad argentina a la distancia. En La noche de los lápices (1986), de Héctor Olivera, con la participación actoral de Leonardo Sbaraglia, Pablo Novak y Tina Serrano, entre otros, se retrata la represión estudiantil sufrida en los primeros momentos del régimen de Videla. Destaca también La deuda interna (1988), bajo la dirección de Miguel Pereira, en donde un profesor de la provincia de Jujuy establece una estrecha relación con sus estudiantes, entre los que se encuentra Veronico Cruz, quien pronto tendría que combatir en la Guerra de las Malvinas. Aunque el largometraje no tuvo un gran alcance a nivel popular, sí fue condecorado en ciertos festivales como el de Berlín, donde obtuvo el Oso de Plata.

Las bases del Nuevo Cine Argentino

Al comenzar la última década del siglo XX, Argentina lidiaba con una emergencia económica a raíz de la hiperinflación que se detonó en 1989, lo que implicó que los precios cotizados por la industria fílmica aumentaran considerablemente. Por esta razón, se detuvo temporalmente la producción de películas, hecho que no ocurría desde 1930.

La estabilización de la moneda nacional se logró de nueva cuenta en 1992, año en que los registros del mercado arrojaron la siguientes cifras: 246 estrenos en 280 salas. Uno de los títulos anunciados en las taquillas argentinas fue Un lugar en el mundo (1992), de Adolfo Aristarain, con la actuación de Cecilia Roth y Federico Luppi, entre otros. El filme es una ficción sobre un hombre que viaja a San Luis, pueblo en el que vivió de niño, y que se ve amenazado por las intenciones de un cacique que planea construir una represa energética en la zona. La peste (1992), dirigida por Luis Puenzo y basada en la novela escrita por el francés Albert Camus en 1948, también llegó al público a inicios de la década. Este largometraje cuenta la historia del contagio de peste que sufren los habitantes de la ciudad de Orán, en donde el doctor Bernard Rieux intenta curar la enfermedad, y en medio del caos, los afectados tienen distintas interpretaciones respecto a las razones de lo que les sucede.

INCAA

En 1994, como una resolución legislativa en materia de cultura y cinematografía nacional, fue decretada la Ley 24.377. El edicto señaló puntos relevantes que sentaron las bases operativas del actual Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales, INCAA, que fue designado como el organismo regulador de la gestión de los productos audiovisuales en el país. Así mismo, se planteó el proyecto de construcción de una cinemateca nacional y el incremento de capital para el Fondo de Fomento Cinematográfico. Con ello, se inauguró un nuevo capítulo del quehacer fílmico y comenzó la etapa del Nuevo Cine Argentino.

Rumbo a la transición de siglo uno de los aspectos más significativos que caracterizó la renovación legislativa e industrial del cine argentino fue la participación de nuevos directores. Desde entonces ha sido necesario mantener el rigor de las consignas que respaldan a la cinematografía, en esta tarea destaca la participación del INCAA, que ha sido crucial al posibilitar los canales y medios de difusión para acercar las producciones nacionales al público a partir de tres labores fundamentales: Producir, difundir y exhibir. Desde entonces, el INCAA se ha concentrado en reivindicar la identidad del cine nacional frente a las preferencias de consumo de los espectadores. De modo que, además de apoyar la producción de largometrajes también ha destinado su ayuda a la realización de contenidos televisivos y a la gestión de los llamados Espacios INCAA, en los que se busca abrir nuevas salas, digitalizar y mejorar la exhibición, además de recuperar el cine como emprendimiento comercial/cultural y socializar el acceso al cine a nivel federal, tal como lo dicta su lista de objetivos.

Entre las primeras historias que fueron beneficiadas por las reformas están Gatica, el Mono (1995), del realizador Leonardo Favio, un drama sobre la vida del boxeador y figura popular José María Gatica, quien falleció en Buenos Aires en 1963. La película tuvo gran difusión nacional e internacional, lo que permitió su participación en importantes certámenes como el de la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de España, en donde obtuvo el Goya por Mejor película extranjera de habla hispana. Por otra parte, Jorge Nisco y Daniel Barone realizaron Comodines (1997). un largometraje de acción en el que dos policías tienen la misión de encontrar a otro agente que se relaciona con la mafia del narcotráfico, por lo que tras explosiones y persecuciones, buscarán alcanzar su objetivo.

¿De qué habla el Nuevo Cine Argentino ?

Pienso que algo que distingue al Nuevo Cine Argentino
es un tipo de enfoque documental,
en términos de escapar del aura teatral de un cine previo.
Andrés Di Tella

En sus inicios, además de mostrar su desapego al esquema de producción comercial, el Nuevo Cine Argentino expresó su interés por presentar contenidos que plantearon las preguntas importantes para entender las coyunturas del contexto en el que emergió. En ese sentido, se abrió una discusión respecto a la coexistencia entre películas comerciales y las denominadas películas de autor. La reflexión sobre este tema ha arrojado entre sus conclusiones la posibilidad de un balance entre ambos polos, o bien, de una conjunción de estos. Sin embargo algunos títulos que surgieron durante la transición de siglo, sugirieron que la dicotomía seguía latente.

A través de un enfoque de tipo documental, el Nuevo Cine Argentino buscó escapar de una teatralidad que se manifestó en las producciones previas, por ejemplo, se mostró interesado en ser más contundente, franco y sutil respecto a la manera de estructurar las historias. Una de las situaciones más destacables sobre este punto, es la inclinación por reproducir la manera específica en la que la gente habla en distintas regiones del país, es decir, descentralizar el uso del idioma y romper con las limitaciones de la expresión oral en pantalla. Así, lo emocionante de estas películas se explicó con la necesidad de romper con ciertos estándares culturales.

Durante 1998, se estrenó una de la películas más importantes del Nuevo Cine Argentino: Pizza, birra, faso (1998), debut de los cineastas Israel Adrián Caetano y Bruno Stagnaro. El filme aborda la historia de un grupo de jóvenes que comparten casa y que viven de robos de poca monta. Sin embargo, un día planean realizar un atraco más grande, pero no resulta como lo esperaban. Entre los reconocimientos que obtuvo la producción, se encuentra el otorgado por el Festival Internacional de Cine de Mar de Plata FIPRESCI, en su edición de 1997.

Los noventa cerraron su ciclo de producción con nuevos nombres que no tardaron en ser reconocidos en el medio, entre ellos el de Pablo Trapero, quien en 1999 filmó su primer largometraje, Mundo grúa. En la película se construye un relato de la vida de Rulo, un hombre de cincuenta años que vive solo con su hijo adolescente y que día a día enfrenta los retos en un contexto en el que el desempleo está a la orden del día, hasta que finalmente consigue un trabajo como conductor de grúas.

En ambos ejemplos es posible apreciar una manera peculiar de narrar a partir de ficciones que enuncian una crítica. Por ejemplo, en Pizza, Birra, Faso es notable la forma en la que son retratados algunos aspectos de la juventud marginada. Además, a pesar de enfrentar la desventaja de un bajo presupuesto, la película logró entablar un diálogo reflexivo con la situación política y social que Argentina vivió en los momentos en los que el gobierno, presionado por las inflaciones, priorizó el apoyo a sectores privados por encima del bienestar económico de la población en general. Por su parte, en Mundo grúa es perceptible la existencia del descontento respecto a las escasas oportunidades laborales que el sistema político fomentaba y la centralización de éstas en las demarcaciones urbanas.

Destaca también Nueve reinas (2000), dirigida por Fabián Bielinsky, con la actuación de Ricardo Darín, Leticia Bredice, Gastón Pauls, entre otros. El largometraje cuenta una historia que ocurre en Buenos Aires, donde dos estafadores que recién se conocen, se encuentran frente a una gran oportunidad para ganar mucho dinero al vender “las nueve reinas”, una hoja de sellos falsificada. Pero tan solo en 24 horas, suceden los acontecimientos que definen su destino y las posibilidades de que su jugada tenga éxito. Entre los múltiples premios sumados por parte de esta producción, se encuentra el Premio del Público en Oslo durante la edición del 2001 del Films From the South Festival, en Biarritz Internacional Festival of Latin American Cinema, los actores Darín y Pauls obtuvieron el reconocimiento como Mejor actor, por otro lado en el 2002 en el marco del British Independent Films Award, la película consiguió el título de Mejor película independiente extranjera de esa edición.

Cine en el nuevo siglo

El comienzo de una nueva década y un nuevo siglo significó un avance importante para los realizadores que se identificaron con la manera de hacer nuevo cine argentino, pues empezaron a tener mayor eco entre las audiencias y la crítica nacional e internacional. El primer largometraje de la cineasta Lucrecia Martel, La ciénaga (2001), es una muestra del enfoque documental anteriormente mencionado, sobre el uso de la lengua y la experimentación de la estructura narrativa. En la historia se narra la vida de dos familias y los sucesos que desencadena su encuentro en la apacible zona de La ciénaga. A través de la interacción de nativos y actores, la ficción logra resignificar los espacios en los que se desarrolla, puesto que construye un ambiente nuevo y define a sus personajes con relación a ese sitio. El resultado de esta mezcla se consigue también a partir de los esfuerzos descriptivos en los que cada detalle opera en favor de una nueva identidad.

Otro gran aporte para la cinematografía de Argentina es la ganadora del Óscar a Mejor película extranjera, El secreto de sus ojos (2009) de Juan José Campanella. Basada en la novela de Eduardo Sacheri, La pregunta de sus ojos, esta ficción remonta a la Argentina de los años setenta, década en la que en la trama de la historia ocurrió un asesinato que no tuvo justicia y un amorío entre los personajes quedó inconcluso. Casi treinta años después, el misterio de ambos hechos empieza a resolverse.

En 2015 se estrenaron películas como El clan (2015), de Pablo Trapero, quien miró al pasado para retomar la historia de El Clan Puccio, una familia de secuestradores que en la vida real operó en los años ochenta durante la transición de la dictadura a la democracia. El filme logró un acercamiento con aquel público familiarizado con el relato y con la experiencia que aquellos años dejaron. También ese año, el documental 327 cuadernos (2015), realizado por Andrés Di Tella, ahondó en la vida y obra del escritor Ricardo Piglia. Por otra parte La patota (2015), dirigida por Santiago Mitre, cuenta la historia de Paulina, una joven abogada que al trabajar en una zona marginada, es raptada y violada por los miembros de una patota, pero eso no detiene su tarea social en la zona.

Finalmente Zama (2017), de Lucrecia Martel, se basa en la novela de Antonio Di Benedetto, para estructurar una ficción sobre Diego de Zama, un oficial español que se encuentra en espera de la carta del rey, en la que se le autorice dejar su puesto, por lo que conserva las esperanzas de ser ascendido y condecorado por sus logros, pero ese día se verá frustrado.

Festivales y mercados

Festival Internacional de Cine de Mar del Plata

El desarrollo de la actividad cinematográfica en el país también encuentra apoyo vital en los festivales que miran hacia las producciones por su valor estético, político y cultural. Lo entienden como un acceso al diálogo que sostienen las cinematografías de distintos países, así como una oportunidad de interacción entre las creaciones de directores con trayectoria y jóvenes realizadores. Entre algunos de estos eventos que celebran el cine argentino y del mundo se encuentra, desde 1954, el Festival Internacional de Cine de Mar del Plata, actualmente organizado por el INCAA. Es el único festival latinoamericano considerado por la Federación Internacional de Asociaciones de Productores Cinematográficos (FIAPF), como Categoría A, una clasificación que requiere de altos estándares de calidad en instalaciones, organización, selección y en el soporte a la industria.

BAFICI

En 1999 se llevó a cabo la primera edición del Buenos Aires Festival Internacional de Cine Independiente (BAFICI). Una de las principales razones que impulsaron la creación de este evento fue la creciente participación de jóvenes cineastas y la inclusión de propuestas independientes que en ese momento no eran mayoritariamente consideradas por otros festivales ya consagrados a nivel mundial.

En cada edición, hasta el día hoy, el BAFICI ha ganado reconocimiento mundial por abrir un espacio de apreciación cultural dedicado a la discusión de un cine contemporáneo y las perspectivas históricas que le rodean. La evolución del festival se traduce en su amplia programación que ha sumado un gran número de asistentes durante sus 20 ediciones y el reconocimiento de éste como un espacio de diálogo entre realizadores experimentados y aquellos que apenas comienzan su trayectoria. Así, en la cronología del cine nacional argentino el BAFICI ha jugado un rol de suma importancia en el desarrollo de la cinematografía latinoamericana, pues da cuenta de los cambios relevantes en contexto político y social que se han presentado desde el momento de su creación.

Ventana Sur

Por otra parte, en 2009 se celebró la primera edición de Ventana Sur, un mercado de cine latinoamericano gestionado también por el INCAA, el Marché du Film y con el apoyo de Europa Creativa. Anualmente este evento crea un espacio de reunión para negociar, intercambiar e impulsar proyectos. El éxito del alcance de Ventana Sur se expresa en las cifras oficiales del evento: 300 compradores y vendedores provenientes de todo el mundo.

Finalmente, para la segunda década del siglo XXI, el Nuevo Cine Argentino es uno de los referentes de la cinematografía de la región, pues poco a poco ha ido ganando espacios y audiencias así como la atención y el reconocimiento por parte de la crítica y los festivales alrededor del mundo. Este cine, además de tener una esencia política, explora nuevos relatos desde ángulos narrativos poco frecuentados y busca ahondar en ideas revisitadas en propuestas anteriores para articular una nueva lectura sobre ellas, es decir, resignifica las historias y el contexto del cual emergen. Este hecho repercute en que Argentina se distinga como uno de los tres principales productores de cine en América Latina.

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