Agarrando pueblo

Carne de tu carne

Pura sangre

El grupo de Cali

Historia del cine colombiano

La importancia del Grupo de Cali

Desde los inicios del cine en el país, el municipio colombiano Santiago de Cali ha sido uno de los escenarios más importantes para el desarrollo cinematográfico de Colombia. Ejemplo de esto fue que ahí se filmó el primer largometraje de ficción, María (1922), de los españoles Alfredo del Diestro y Máximo Calvo. También se filmó la primer película colombiana con sonido titulada Las Flores del Valle (1941), dirigida por Calvo, y el primer filme argumental de larga duración a color: La gran obsesión (1955), de Guillermo Ribón Alba.

La actividad fílmica en esta región ayudó a que la producción y la exhibición fueran relativamente constantes, aún en los periodos en los que algunos acontecimientos políticos limitaron la realización durante la primera mitad del siglo XX. Así, el cine nacional continuaba por una parte, respondiendo a las necesidades del esquema de mercado que prevalecía en el país, y por otro lado, produciendo contenidos politizados y críticos.

Es en este punto que surge el Grupo de Cali, encabezado por los caleños Luis Ospina, Carlos Mayolo y Andrés Caicedo. El grupo comenzó a finales de la década de los sesenta e inicios de los setenta con el interés de recurrir a los espacios locales de una manera más contemplativa a través de varios géneros. Los años siguientes presenciaron el desarrollo de una forma de hacer películas que desde entonces marcó la historia de la cinematografía colombiana, al consolidar al cine como un recurso cultural para interpretar ideas, enlazar historias, crear sentido, entender el cambio y ser partícipe de este.

Caliwood. El núcleo efervescente del cine colombiano.

“Inventamos una manera de estar en la ciudad,
interpretandola, sin tener que salir de ella.”
Luis Ospina

El término Caliwood, surge casi a la par del Grupo de Cali y, en palabras de Luis Ospina, este fue fruto de un juego satírico de palabras que hace un guiño a Hollywood y refiere a Cali como un núcleo histórico de realización cinematográfica en Colombia.

Las razones que podrían explicar porqué Cali fue uno de los lugares con mayor producción cinematográfica, no son del todo específicas. Si bien, el pueblo caleño tuvo su primer contacto con el cine hasta 1899, casi dos años después de Bogotá y Medellín, esto no fue un obstáculo para el desarrollo de un ente cultural en esa región del país. Ejemplo de ello fue que en la segunda década del siglo XX, la red de distribución y exhibición de los hermanos Di Doménico ya abarcaba territorio caleño, quizá aprovechando las ventajas comerciales del departamento gracias a su ubicación geográfica y el crecimiento de la población en esos años.

Es importante mencionar que Caliwood y el Grupo de Cali no son lo mismo, pues el término acuñado por Ospina y Mayolo, refiere a la historia del cine caleño en general y a la constante producción fílmica en esa zona del Valle de Cauca. Por su parte, la actividad del Grupo de Cali se ubica como uno de los momentos más importantes y ha sido reconocido por sus aportaciones que aún repercuten en algunos filmes contemporáneos de Colombia.

El origen del Grupo de Cali.

Cali no volvió a ser la misma desde 1971, año en el que fue seleccionada como sede de los Juegos Panamericanos. Las fuerzas estatales, en un esfuerzo por “modernizar” la imagen arquitectónica del lugar, iniciaron un proceso acelerado para convertirlo en una ciudad. Surge entonces, la necesidad de retratar y documentar esta etapa de transición, que para algunos representó la destrucción de una parte del patrimonio cultural.

Para dilucidar los orígenes del Grupo de Cali, es conveniente rememorar el año 1959, cuando aparece La Tertulia, el primer cineclub de Cali. Al abrir este espacio, se atrae la mirada de quienes ven en el cine una oportunidad para expresar ideas e historias que, entre sus posibilidades, retraten lo acontecido en la región. Para 1970, el Cine Club del TEC (Teatro Experimental de Cali), era coordinado por Andrés Caicedo, quien más tarde colaboró con Luis Ospina y Carlos Mayolo, en el proyecto nombrado Ciudad Solar.

Ciudad Solar fue un espacio independiente en Cali, que promovía las artes plásticas, la fotografía y el cine. Entre las actividades que formaron parte de su propuesta, se encontraba el Cineclub de Cali, gestionado por Caicedo, Ospina, Carlos Mayolo, Ramiro Arbeláez, Hernando Guerrero y Jaime Acosta.

El Cineclub de Cali dio pie a uno de los fenómenos culturales de mayor repercusión en todo el país, pues además de ser una plataforma para proyectar las películas más relevantes del mundo en aquella época, incentivó la inquietud por voltear la mirada hacia las imágenes, historias y voces de la región para dar relevancia a lo que estaba ausente en las pantallas de cine y en la televisión.

Con ciertos ideales compartidos, Caicedo, Mayolo y Ospina, se adentraron en el cine, no solo desde la gestión del cineclub, también con artículos publicados en la revista Ojo al cine, y no pasaría mucho tiempo para que, de igual manera, comenzaran a experimentar en la realización, lo cual concretó el surgimiento del grupo y los objetivos que este persiguió a través de sus películas y obras.

Rasgos de la cinematografía del Grupo de Cali.

En un período de producción de casi veinte años (1971 -1991), la destrucción, el deterioro y la marginalidad fueron los ejes temáticos en el cine del Grupo de Cali, así como la variedad de géneros: se podía ir del gore, al falso documental como al cine negro.
Al inicio, los ejercicios visuales del grupo propusieron un contra-discurso respecto a las producciones que pretendían mostrar una imagen de Cali, como un lugar vanguardista y tecnológico, a raíz de la justa deportiva que se celebraba.

El orden cronológico señala el trabajo de Andrés Caicedo como una de las primeras producciones del grupo, con tres relatos escritos que tituló Angelitos empantanados, de los que surgió el cortometraje Angelita y Miguel Ángel (1971). Lo relevante de esta película se encuentra en su inclinación por hablar de las contrastes sociales y culturales de Cali, al incorporar a su historia los riesgos de una pareja de clase privilegiada que vive cerca de zonas en las que la violencia y la pobreza son el principal referente. A pesar de que Caicedo se quitó la vida a los veinticinco años, este ha sido recordado por su obra escrita, entre la que destaca su novela ¡Que viva la música!

Posteriormente, otro de los discursos políticos que el grupo se interesó en estructurar, se presenta en el mediometraje Oiga, vea (1971), de Luis Ospina y Carlos Mayolo, en el que buscaron, ante todo, proyectar el descontento de los sectores vulnerables de la población caleña hacia el gobierno por haber invertido en los recintos que fueron sede de los Juegos, antes de atender las necesidades del pueblo.

https://www.youtube.com/watch?v=gAtIlh2cf3g

La línea discursiva en las películas que se realizaron después siempre mantuvo la prioridad de reivindicar a la clase popular, por lo que las formas de contrastar aquella otredad procurada por el Estado eran variadas. Una de ellas consistió en recurrir a canales de distribución y exhibición en los mismos barrios, las universidades y algunos sindicatos.

En 1973, dos trabajos enfatizaron aquel interés por mirar al “otro”, o como Ospina lo ha resumido en comentarios: “la labor de observar al hombre y su circunstancia”. La primera fue Viene el hombre (1973), un cortometraje a cargo de Eduardo Carvajal, Luis Ospina y Carlos Mayolo, que aborda el tema de la migración del pueblo a la ciudad como una consecuencia de la pobreza. El segundo fue Cali: de película (1973), bajo la dirección de Mayolo y Ospina, quienes captaron las festividades de fin de año en la ciudad y desarrollaron un relato fiel a las formas de celebración local.

Cuatro años después, la mancuerna Ospina-Mayolo realizó Agarrando pueblo (1977), que ha sido una de la producciones más icónicas de la época que concretó la mirada crítica del Grupo de Cali. La propuesta del mediometraje simula ser un documental sobre los realizadores que explotan la miseria con fines mercantilistas en distintos barrios de Cali. Con ella, se posicionaron expresamente, en contra de uno de los recursos narrativos más recurrentes en ese entonces: la pornomiseria.

https://www.youtube.com/watch?v=szqPmaZ7KdQ&t=1319s
Con el objetivo de recalcar la ética que hay en el hecho de filmar al “otro”, ambos cineastas señalaron los puntos clave de su visión respecto al cine y la pornomiseria, en un escrito conjunto titulado ¿Qué es la pornomiseria?, del que sus primeras líneas, de manera contundente, dicen: “El cine para ustedes es un espectáculo, el cine para nosotros es casi una concepción del mundo”.

Cuando el mundo conoció a Colombia a través del cine caleño.

La tradición cinematográfica caleña, de la que el Grupo de Cali tomó relevo, continuó su curso con los documentales y películas de ficción que este realizó desde su formación. En esa etapa inicial, los formatos que más emplearon fueron los cortos y mediometrajes, no hubo un contacto inmediato con la realización de largometrajes hasta que, en 1978 con la creación del FOCINE, surgió la opción de otorgar créditos para la producción de películas de larga duración.

El cambio que produjo esta nueva vertiente en la producción tuvo consecuencias repentinas en la industria del país: aumentó el número de cineastas, la oferta de películas también incrementó y el público recibió ampliamente las nuevas producciones. Por su parte, los miembros del Grupo de Cali tomaron como referente al director Pascual Guerrero, que en 1979 rodó El lado oscuro del nevado, una adaptación del libro de Eric Leupin en el que cuenta la experiencia de haber sido secuestrado por las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), cuando fungió como cónsul de Holanda en Cali. Un año después, Carlos Mayolo comenzó a involucrarse en los largometrajes cuando asistió a Guerrero en la dirección de Tacones (1980).

La transición del corto al largometraje y el crecimiento de los canales de difusión, también concedieron un mayor alcance a las películas que el grupo realizó. Así, el discurso que ya habían estructurado desde el ámbito local, llegó a otros departamentos de Colombia y poco después superó las fronteras del país.

Si bien, el reconocimiento mundial de las obras fílmicas del Grupo de Cali, llegó con Agarrando pueblo (1977), que tuvo presencia en festivales europeos y premios como el de Mejor cortometraje, otorgado por el Sindicato Francés de Críticos del Cine en 1979. La reflexión cinematográfica y la crítica social que distinguió a las películas del grupo y las de aquellos cineastas influenciados por esta línea narrativa, aún tenían mucho que recorrer en distintos eventos de reconocimiento al cine.

Algunos ejemplos de esto, son Pura Sangre (1982), primer largometraje de Luis Ospina, que recibió el Premio de la Crítica Internacional por parte del Festival Internacional de Sitges, en Cataluña. La ficción relata la historia de un grupo de secuestradores que atacan a jóvenes pobres para robar su sangre y mantener con vida a un moribundo magnate que, a causa de la extraña enfermedad que padece, necesita de transfusiones permanentes.

También Carne de tu carne (1983), de Carlos Mayolo, relata una historia gótica de amor entre un adolescente y su media hermana durante la dictadura militar de los años 50 en Colombia. La película dirigida por Mayolo, obtuvo un reconocimiento en Portugal, por parte del Festival Internacional de Cine Fantástico de Oporto.

https://www.youtube.com/watch?v=tP95yvHsmBY

Tres años después, en Colombia, el Festival de cine de Bogotá reconoció otro trabajo de Mayolo junto a Karen Lamassone, titulado La mansión de Araucaima (1986). La peculiaridad de este largometraje fue haber estructurado el relato con las características del género instaurado por el Grupo de Cali, conocido como gótico tropical: una historia fantástica que critica las relaciones de poder y dominación en el Cono sur, además de proclamarse en contra del terror manejado por la industria del cine norteamericano.

Entre las últimas producciones bajo la dirección del cineasta caleño, se encuentran algunas series televisivas como Azúcar (1989), La otra raya del tigre (1993), Hombres (1997) y Brujeres (2000). En el año 2007, Carlos Mayolo falleció y Luis Ospina se convirtió en el único sobreviviente del Grupo de Cali.

Durante la década de los ochenta, algunas películas superaron el medio millón de espectadores y llegaron a más festivales internacionales como el de Bilbao, Cádiz, y Toulouse. Además de ser expuestos en distintas sedes alrededor del mundo, como Nueva York, Barcelona, Lima, Río de Janeiro, Buenos Aires y Madrid, entre otros.

Aquella idea que nació entre los los miembros de un pequeño círculo de amigos, con el objetivo de crear e interactuar con los espacios, los personajes y las imágenes de su pueblo, había trascendido. Los relatos de una localidad, dieron a conocer una parte de la historia de Cali y presentaron el cine colombiano a otros departamentos del país y muchos lugares del mundo.

El legado del Grupo de Cali.

Con el paso del tiempo, las bases que estableció el grupo de Cali han preservado una narrativa que aún podemos encontrar en ciertas películas contemporáneas, que si bien no siempre logran ser proyectadas en las salas de cine del país, sí se puede acceder a ellas a través de otros circuitos. En entrevistas recientes, Luis Ospina ha hablado de este rasgo de la exhibición del cine nacional, pero también ha mencionado la importancia de algunos medios alternativos para que las películas que no han sucumbido ante la mera mercadotecnia puedan ser apreciadas.

Los festivales, los DVDs o los archivos en línea, abren la puerta hacia algunos de estos filmes, que son prueba del trabajo de directores que, como fue el objetivo del grupo, capturaron imágenes que necesitaban una voz para generar cambio y escribir historias congruentes con la realidad social. Esos son los que pueden trascender la prueba del tiempo como lo pronuncia Ospina.

Entre los cineastas y las películas que podríamos referir para hablar de cómo han influido algunos rasgos de la cinematografía del Grupo de Cali, se encuentran La vendedora de rosas (1998), de Víctor Gaviria, que cuenta la historia de un grupo de niños en situación de calle que se enfrentan a los peligros de Medellín. El filme fue parte de la Selección Oficial de la edición número 51 del Festival de Cannes.

Otro de los filmes que guardan una relación cercana con la cinematografía que busca mostrar las historias de la sociedad a través de un método introspectivo, se encuentra en La última inocencia (2000), dirigida por Jorge Navas; por su parte Un tigre de papel (2008), de Luis Ospina, retomó el recurso del falso documental para hablar de la historia nacional y el panorama político. Además, La sociedad del semáforo (2010), de Ruben Mendoza, y más recientemente, Los hongos (2014), de Oscar Ruíz Navia, El abrazo de la serpiente (2015), de Ciro Guerra y La tierra y la sombra (2015), de César Augusto, entre otras, han yuxtapuesto la ficción con la realidad, para ofrecer un muestra de la labor reflexiva del cine que ha transformado el imaginario colombiano.

Finalmente, es oportuno mencionar la película Todo comenzó por el fin (2015), documental realizado por el mismo Ospina, en el que cuenta la historia del Grupo de Cali, y como sucedió el desarrollo de su cinematografía.

¡No deje que nadie más cuente su historia!

Resumir los logros y el legado del cine del Grupo de Cali solo sería posible al mencionar su convicción por capturar y mostrar una visión de la realidad a través de las historias de los barrios y las películas que, a lo largo de casi veinte años, realizaron los precursores de este grupo. Tomaron géneros para transformarlos y adaptarlos a sus experiencias, dieron lectura política a los acontecimientos importantes de su tiempo y lograron establecer una manera de narrar a partir de la fina línea entre la ficción y el documental. Todo para revelar su historia.

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