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La mayoría de las veces, la aparición de una historia es un proceso embrollado y difuso, segmentos que se van juntado hasta constituir algún tipo de forma con cierto sentido. Un monstruo de mil cabezas tuvo esa clase de sedimentación, lenta y zigzagueante, hasta que un día nació una primera secuencia completa, con personajes distinguibles que invocaban una ética propia al actuar, un principio de trama, un nudo dramático que abría las posibilidades de algo más grande. Esa primera secuencia imaginada es el momento en que la protagonista, Sonia Bonet, recibe un balazo en el omóplato, cae a suelo y ya no puede tomar el arma que segundos antes sostenía amenazante. É se fue un momento de inflexión, un instante de luz, por así decirlo. De pronto supe qué historia quería contar: el ciudadano común y corriente enfrentado al monstruo de la burocracia y la codicia; comprendí quiénes eran los protagonistas: madre, hijo adolescente y la sombra de un padre enfermo; intuí cuál sería la perspectiva: los distinos personajes hablando desde su experiencia subjetiva; y también sentí que había algo intenso y brutal en todo aquello. Por eso comparto aquí ese primer apunte, tal cual fue escrito en su momento. Ya no es exactamente así en la novela publicada, tampoco en la película, donde Rodrigo Plá como director y el resto del equipo creativo pusieron sus saberes y su propia imaginación para nutrir y dar crecimiento al proyecto, y sin embargo para mí, este fragmento siempre representará el chispazo que dio existencia a Un monstruo de mil cabezas:
Al principio no hubo dolor físico, antes llegó la sorpresa. Algo me atravesó el hombro derecho y un segundo después estaba en el suelo; nunca hubiera creído que la sangre pudiera salir con tal rapidez del cuerpo. La pistola resbaló de mi mano y recuerdo haberme sentido profundamente torpe, en mí estaba el ímpetu para agarrarla, por seguir amenazando, nunca me quise rendir, pero la fuerza del brazo se fue de mí con la misma presteza con que la sangre se extendía por el piso lustroso de madera.
Alcancé a gritar:
—Darío, toma la pistola, tómala, está bajo el sofá. ¡Toma la maldita pistola, Darío! —No quiero.
Sólo cuando lo dijo lo miré, antes no, y entonces pude ver que temblaba con el cuerpo todo, como si de golpe hubiera contraído una fiebre, estaba enfermo de pánico y yo era el origen de su terror. Comprendí de pronto que tenía que parar, había llegado demasiado lejos y tenía que parar. La otra cosa que supe, en un relámpago de lucidez, fue que no debía morirme porque no podía dejarlo solo. Después, me desmayé.
Un monstruo de mil cabezas| Dir. Rodrigo Plá | México | 2015 | 75 min.
LAURA SANTULLO
Laura Santullo es guionista de los largometrajes Un monstruo de mil cabezas, La demora, Desierto adentro y La Zona (estos últimos dos en conjunto con Rodrigo Plá), y el cortometraje 30- 30, que forma parte del proyecto colectivo llamado Revolución. La Zona, La demora y Un monstruo de mil cabezas son adaptaciones de relatos escritos por ella misma. Ha recibido diversos reconocimientos por su trabajo como guionista, entre ellos dos Arieles (Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de México), el Mayahuel en el Festival de Guadalajara, el premio a mejor guion en el 13th Athens International Film Festival y en el Festival de Cine de Lima. Fue nominada por mejor guion adaptado en los premios Goya de España. Tiene cuatro libros publicados: El otro lado (Fundación Rulfo y Ed. Banda Oriental en Uruguay), Un globo de Cantoya, cuento para niños publicado por Criatura Editora (Uruguay) y reeditado por Planeta (México), Un monstruo de mil cabezas (Ed. Estuario-Uruguay y Ed. Planeta-México), y El año de los secretos, novela infantil publicada por Edelvives en España y Argentina.