La violencia constante que se vive en México se ha vuelto el tema central de casi todas las películas de ese país que circulan internacionalmente. Es inevitable. Los miles de casos en los que todo tipo de violencia es ejercida contra sus ciudadanos son tantos y provienen de orígenes tan diversos que es casi imposible mirar hacia otro lado. Es cierto, también, que hay películas que evitan sobre esos ejes y que circulan por el mundo (caso CLUB SANDWICH, por ejemplo), pero parece una misión imposible escaparle al clima que se vive allí. Casualmente, o no, los festivales tienden también a ser reflejo de este tipo de cine sociológico y las películas que hablan de temas de relativa actualidad suelen estar entre las más buscadas. Y premiadas.

Ahora bien. Hay todo tipo de películas que hablan sobre la violencia en México. Documentales y de ficción. Más o menos cruentas. Más o menos líricas o poéticas. En una u otra región. Así, casi infinitamente. Y si bien el panorama puede ser abrumador, hay películas que se destacan por proponer una mirada original, esquiva, lateral a este tipo de acontecimientos. TEMPESTAD, de Tatiana Huezo, es uno de esos casos. La realizadora de EL LUGAR MAS PEQUEÑO, salvadoreña pero radicada en México hace muchos años, tiene una forma de encarar sus temas y personajes que la destacan del promedio de documentalistas bienpensantes en lo político pero meramente administrativos en lo audiovisual.

Huezo graba las voces y las imágenes separadamente, lo cual le da a sus filmes una cualidad poética que la emparenta, en cierto sentido, al cine de Terrence Malick, ya que no siempre lo que se dice se corresponde estrictamente con lo que se ve. La “entrevista/historia” principal de TEMPESTADes la de Miriam, una empleada de migraciones de un aeropuerto que es encarcelada, acusada de ayudar a gente a emigrar ilegalmente. Pero ella no tiene nada que ver y hasta los que la detuvieron lo saben y se lo admiten. El problema es que tienen que cumplir con una “cuota” de detenidos. Pero eso es solo el principio de su drama. De la cárcel original es trasladada a otra, manejada por un cartel, en el que las autoridades miran para otro lado mientras los narcos transforman esa detención en un literal secuestro, pidiendo plata semanalmente a su familia, que a la vez está amenazada de muerte si no paga. Sin hablar de las cosas que, ella cuenta, le toca vivir, sufrir y vivenciar estando allí.

TEMPESTAD comienza mostrando imágenes del viaje de regreso de Miriam desde Matamoros (en el noreste del país) hasta su casa, en la zona de Riviera Maya, en el Golfo. Ese viaje en bus se extiende por varios días atravesando buena parte del Este de México y sirve a Huezo para ir, a la vez, oralmente contando la historia de esta mujer y, visualmente, mostrando un desolador aunque a la vez bello (es una de las ambiguedades complicadas del filme, la apuesta por la belleza en medio del desastre) panorama de ciudades que viven casi en estado de sitio permanente.

Promediando el relato, Huezo suma otra historia que casi no se toca con la anterior en la realidad, pero sí en la temática. La narra Adela, que trabaja como payaso en un circo y a quien le secuestraron a su hija para prostituirla (similar temática de la reciente película LAS ELEGIDAS). Adela y sus compañeros del circo aparecen, pero salvo en un par de ocasiones (en especial una en la que hablan con Huezo detrás de cámara) raramente se quiebra el sistema disociado de audio e imagen. Hay una cierta confusión en el ir y venir de ambas historias al principio, pero el espectador rápidamente se reacomoda. De todos modos, aún cuando las tramas se mezclen en el espectador, no hacen más que reflejar que una y otra historia podrían ser intercambiables. No sólo entre ellas sino entre las muchas mujeres que vemos en el recorrido que narra el filme.

La bella fotografía y la cuidadísima música aportan a transformar al filme en una suerte de elegía por un país consumido por la violencia en todos sus frentes. Y si bien esos recursos pueden ser un poco excesivos en el mundo del documental más realista, la apuesta de TEMPESTAD es otra, más poética. Una suerte de pintura de la desesperanza y de la resiliencia de unas personas –de un pueblo– que debe convivir con el horror que los rodea y que los puede atacar cuando menos se lo esperan.


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